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IGLESIA DE LA CATEDRAL

Se encuentra en el Centro Histórico siendo uno de los sitios que rodean la Plaza de la Independencia



Redacción Urbaniza2.com | miércoles, 01 de febrero de 2012

Hasta mediados del siglo XVI la Iglesia de la Catedral de Quito era de tapias y cubierta de paja. Entonces, se comenzó a construir la iglesia actual por el obispo García Díaz Arias, y la prosiguió el siguiente obispo, Pedro Rodríguez de Aguayo.

Una quebrada honda que corría hacia la parte de atrás no permitió que se la edificase con frente a la plaza mayor.

Se tendió completamente a lo largo de su flanco norte un atrio de piedra. Con la cooperación entusiasta de los vecinos y trayendo la piedra del Pichincha, la obra se terminó entre 1562 y 1565. Después se labraron retablos y se talló el púlpito.

En 1572 la Iglesia se consagró. Sin embargo, todo lo que en la actualidad podemos apreciar fue completándose a lo largo de los siglos XVII y XVIII. En el siglo XX se edificó el domo que corta por la mitad el atrio y se abre en escalera circular al parque, que, con el nombre del presidente de la audiencia que lo hizo, se conoce como el "templo de Carondelet".

El domo se trabajó en estilo neoclásico, al igual que el coro catedralicio -talla de Caspicara-. En el altar mayor se colocó el gran lienzo del tránsito de la Virgen, de Manuel Samaniego.  Además, Samaniego y Bernardo Rodríguez pintaron episodios de la vida de Jesús en las enjutas de los arcos. Fue entre 1802 y 1803 que Bernardo Rodríguez trabajó los cuatro grandes lienzos de las naves laterales: la pesca milagrosa; curación de un pobre por San Pedro; conversión de San Pablo y San Pablo picado por una víbora.

Aparte de los ya mencionados, la Catedral quiteña, tan modesta en apariencia, tiene numerosos y preciosos tesoros: el grupo escultórico llamado "La sabana santa", una de las obras más armoniosas e intensas de Caspicara; la Inmaculada de Legarda; el grupo de la negación de San Pedro, atribuido al Padre Carlos, el legendario artista que talló en 1668 el San Lucas de Cantuña; el lienzo de la muerte de la Virgen, de Miguel de Santiago, puesto en el muro del trascoro y la serie de retratos de obispos que adorna los muros de la sala del capítulo son los más dignos de verse.

 
 
 
 
 
 
 
 

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